ISSN: 2329-8731
Charles T. Ambrose
En el mundo occidental desde la antigüedad, las heridas abiertas se trataban tópicamente con sustancias derivadas del petróleo, como betún, asfalto, brea y alquitrán. . El objetivo inmediato era sofocar el sangrado y aliviar el dolor, pero un beneficio potencial era prevenir la corrupción local con la formación de pus. A principios del siglo XIX, se recuperó la creosota del betún y se descubrió que reducía la supuración. El ácido carbólico se aisló más tarde de la creosota y se reconoció como un agente activo subyacente. En la década de 1860, el ácido fénico fue empleado por primera vez por Jules Lemaire para tratar infecciones cutáneas locales y, más tarde, por Joseph Lister para prevenir la supuración en fracturas compuestas. Basándose en el descubrimiento de Pasteur de las bacterias en el aire, Lister propuso que los microbios invaden las lesiones abiertas y provocan secreciones purulentas locales. Este conocimiento condujo a un nuevo paradigma en la medicina: la cirugía aséptica.