ISSN: 2161-0517
farhana tarannum
Esencialmente, es difícil decir cuándo la viruela afectó a los humanos por primera vez, aunque las investigaciones sugieren que pudo haber aparecido por primera vez durante el Neolítico. La primera evidencia creíble de contaminación por viruela la proporcionan los restos momificados de egipcios, específicamente del faraón Ramsés V (m. 1157 a. C.). La viruela se estableció profundamente en Asia en el siglo VI d.C. Las Cruzadas y el creciente comercio de Asia propagaron la enfermedad a Europa. Los europeos llevaron la enfermedad al Nuevo Mundo desde allí y, a mediados del siglo XVIII, con la excepción de Australia, la enfermedad estaba muy extendida en casi todo el mundo. A fines del siglo XVIII, Jenner produjo la primera vacuna contra la viruela. Usó el pus de las lesiones de viruela vacuna para producir la vacuna, notando que las lecheras que contrajeron la viruela vacuna (un pariente similar a la viruela) desarrollaron inmunidad a la enfermedad. Aproximadamente un siglo y medio después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una campaña mundial de vacunas. La iniciativa tuvo éxito y el último caso natural de viruela registrado fue en 1977. En 1980, la OMS declaró formalmente erradicada la enfermedad. Actualmente solo hay dos bibliotecas oficiales de virus, una en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Atlanta, Georgia, y la otra en el Centro de Investigación de Biotecnología y Virología del Estado Ruso en Koltsovo. El virus Variola pertenece a la familia Poxviridae, la subfamilia Chordopoxvirinae y la clase Orthopoxvirus, que incluye vaccinia, virus de la viruela del simio y muchos otros poxvirus animales serológicamente reactivos.[1] La viruela afecta a personas de todas las edades, pero en personas jóvenes y mayores tiene las tasas de mortalidad más altas. La transmisión ocurre principalmente a través de las vías respiratorias (a partir de las secreciones de la nariz y la boca) y la infección puede ocurrir a partir de tan solo diez partículas virales.[2,3] La tasa de mortalidad de las personas que no reciben tratamiento con casos que ocurren naturalmente es de entre el 20 % y el 50 %. La viremia, la toxemia, la coagulación intravascular diseminada, la hipotensión o el colapso coronario suelen ser el resultado de la muerte.