ISSN: 2329-6917
Hillard M. Lazarus1*, Jay N. Lozier2
La terapia de la leucemia mieloide aguda (LMA) ha mejorado a lo largo de
las décadas, pero los pacientes siguen muriendo por
la enfermedad persistente o recurrente, así como por complicaciones de la terapia. En 2024, se estima que
hubo 20 800 casos nuevos y 11 220 muertes en los Estados Unidos (EE. UU.)
[1]. La supervivencia a cinco años entre 2014 y 2020 fue
del 31,9 % [2]. Con el tiempo, la supervivencia ha mejorado debido a una mejor
atención de apoyo, nuevos medicamentos antileucémicos y avances en el
manejo de la toxicidad de la quimioterapia. Sin embargo, las terapias citotóxicas
inducen remisiones y prolongan la supervivencia a costa de
un daño orgánico potencialmente fatal, disfunción inmunológica y
supresión de la médula ósea. Por lo tanto, los nuevos agentes de terapia convencional no han
mejorado significativamente los resultados, excepto el ácido retinoico all-trans
y el trióxido de arsénico en la leucemia promielocítica aguda [3].
Es importante destacar que cada vez más pacientes reciben
trasplante de células hematopoyéticas (TCH) alogénico, el
tratamiento con mayor probabilidad de curación, en parte debido a
la aparición de TCH haploidénticos [4,5]. El
antagonista de la E-selectina, uproleselan, introduce un nuevo mecanismo prometedor
con potencial para la terapia de la leucemia mieloide aguda. La E-selectina es un
mediador de la adhesión celular en la superficie de las células endoteliales. Las glicoproteínas de selectina
median la unión a los carbohidratos de la superficie celular en los leucocitos [6],
como el ligando de unión de la E-selectina, sialyl Lewisx [7].
Se distinguen tres selectinas homólogas por sus células de origen: la E-
selectina en las células endoteliales, la P-selectina en las plaquetas y la L-selectina
en los linfocitos [8].