ISSN: 2155-983X
Neha Vaghasia y Noah Federman
Se cree que el uso de medicamentos a base de plantas y varios minerales para tratar enfermedades se remonta a la medicina prehistórica. Textos antiguos del Ramayana y The Papyrus Ebers hacen referencia a enfermedades malignas y sus tratamientos [1]. Sin embargo, no fue hasta principios del siglo XX cuando surgieron los primeros medicamentos modernos para tratar el cáncer. Se descubrió que el gas mostaza, inicialmente destinado a ser utilizado como agente de guerra química durante la Primera Guerra Mundial, es un potente supresor de la hematopoyesis [2]. Goodman y Gilman estudiaron más tarde las mostazas nitrogenadas como un tratamiento eficaz para el cáncer. Sus hallazgos se aplicaron posteriormente con éxito, aunque de corta duración, en el tratamiento del linfoma [3]. ¡Así nació el campo de la quimioterapia! Desde entonces, se han diseñado y descubierto numerosos agentes quimioterapéuticos para el tratamiento de diversas neoplasias malignas oncológicas. Incapaces de diferenciar verdaderamente las células cancerosas de las normales, estos agentes quimioterapéuticos sistémicos a menudo tienen efectos transeúntes significativos que dan como resultado toxicidades que limitan la dosis y, no pocas veces, daño permanente en los órganos diana. Por lo tanto, el futuro de la terapia contra el cáncer se ha basado en el desarrollo de terapias dirigidas que aumentarían la citotoxicidad de las células cancerosas y limitarían los efectos nocivos sobre las células normales.