ISSN: 2155-9899
Yainyrette Rivera-Rivera, Fabian J. Vazquez-Santiago, Elinette Albino, Maria del C. Sanchez y Vanessa Rivera-Amill
La epidemia del virus de inmunodeficiencia humana tipo 1 (VIH-1) ha afectado negativamente a más de 40 millones de personas en todo el mundo. La terapia antirretroviral (TAR) ha mejorado la esperanza de vida y ha cambiado el resultado de la infección por VIH-1, convirtiéndola en una enfermedad crónica y manejable. Sin embargo, las enfermedades comórbidas de SIDA y no SIDA persisten durante el curso de la infección a pesar del uso de ART. Además, el desarrollo de comorbilidades neuropsiquiátricas (incluida la depresión) en sujetos infectados por el VIH afecta significativamente la calidad de vida, la adherencia a la medicación y el pronóstico de la enfermedad. Los factores asociados con la depresión durante la infección por VIH-1 incluyen una respuesta inmunitaria alterada, la liberación de citocinas proinflamatorias y un desequilibrio de monoaminas. Los niveles elevados de citoquinas proinflamatorias en plasma contribuyen al desarrollo de depresión y comportamientos depresivos en sujetos VIH+. Además, la depresión comórbida influye en las tasas de disminución de los recuentos de células CD4+ y aumenta la carga viral plasmática. La depresión puede manifestarse en algunos sujetos a pesar de su adherencia al TAR. Además, los factores psicosociales relacionados con el estigma (actitudes negativas, problemas morales y abuso de sujetos VIH+) también están asociados con la depresión. Tanto los factores neurobiológicos como los psicosociales son consideraciones importantes para el manejo clínico efectivo del VIH y la prevención de la progresión de la enfermedad del VIH.