ISSN: 2167-0250
Tierra Jacinto
El esperma es una célula única, que difiere de otras células en fisiología y función. Sobrevive a un arduo viaje a través de los tractos reproductivos masculinos y femeninos, para garantizar que un genoma masculino intacto llegue al lugar de la fertilización. Además, también se ha reconocido que ejerce un control epigenético sobre el desarrollo embrionario temprano. La degradación ambiental en los últimos años ha expuesto el esperma humano a miríadas de tóxicos que han afectado adversamente su estructura y función. En correlación, hay informes de disminución en el conteo de espermatozoides y la fertilidad, aunque todavía no hay evidencia concreta para corroborar estas afirmaciones. Además, las estadísticas de población en la mayoría de los países en desarrollo no se ajustan a los datos de disminución de la fecundidad. Además, hay ciertas investigaciones, de acuerdo con nuestros datos de voluntarios fértiles normales, que tampoco sugieren ningún cambio en las características del semen o el número de espermatozoides en las últimas tres décadas. Estos hallazgos indican que, a pesar del aluvión de agentes ambientales, los espermatozoides han resistido la prueba del tiempo y han surgido resistentes. Por lo tanto, además de la maquinaria múltiple que opera para proteger a los espermatozoides, incluidos los receptores tipo toll, los antioxidantes, las proteínas de choque térmico, etc., posiblemente exista un mecanismo específico de población incorporado, genéticamente programado, que refuerza su integridad nuclear para proteger esta célula de la avalancha de influencias tóxicas. Se están realizando investigaciones en esta dirección en nuestro laboratorio y otros centros de investigación para profundizar en el enigma de la resistencia de los espermatozoides.